¿Qué motiva sexualmente a las mujeres?
14 noviembre, 2016Nutrición y Navidad
2 enero, 2017“Hola Sandra, te escribía para preguntarte cómo puedo recuperar la pasión que teníamos antes mi marido y yo. Recuerdo que cuando éramos novios todo iba genial, pero cuando nos casamos y pasamos a vivir juntos, poco a poco la chispa se ha ido apagando. Por mi parte soy una mujer que trabajo fuera de casa y cuando vuelvo tengo que ocuparme de todo, niños, limpieza y marido…que no es poco; él por su parte no hace absolutamente nada. La verdad que acabo rendida y cuando mi marido se acerca pidiéndome sexo a mi ni me apetece… es tanto el cansancio… y encima cuando se lo digo parece que se enfada, eso pasaba al principio, pero ahora ni se me acerca. ¿Qué piensas sobre ello? Gracias de antemano.”
Este es el día a día de muchas mujeres que se encuentran conviviendo con sus parejas. Cuando acaban su jornada laboral fuera del hogar tienen que empezar con la de casa y además se encuentran con un sentimiento de agotamiento por falta de fuerzas, de frustración porque sus maridos no hacen absolutamente nada y de culpa, porque no pueden satisfacerlos en la cama ya que su deseo ha desaparecido… todo ello unido al sentimiento de deber que culturalmente nos han ido transmitiendo sobre el papel de la mujer. ¿El motivo? Pueden ser varios, pero generalmente ocurre que a ninguna mujer le gusta sentirse madre de su marido, eso es algo obvio. Sin embargo, muchas acaban así.
Algunas veces es por haber interiorizado los mensajes de mamá cuando nos decía: “Hija, tienes que aprender a cocinar, a limpiar y a planchar para que el día de mañana puedas valerte por ti misma.” Es verdad, había que aprender a hacer todas esas cosas para sobrevivir y ser una mujer de provecho –en casa-; sin embargo, el mensaje implicaba una parte importante que se sobreentendía y nos impregnaba para el resto de nuestros días:” Tienes que hacerlo también por tu marido”. Es lógico, a ellos les educan –todavía- de forma diferente a nosotras. (Como siempre lo recalco, hay excepciones).
Si al convivir con un hombre te das cuenta de que no sabe cocinar, lavar, planchar… tienes dos caminos: Si la mujer entiende que las responsabilidades han de compartirse y cree que él puede hacer cosas por sí mismo, o sea, confía en sus capacidades, pensará “no sabe hacer nada, pero lo enseñaré y repartiremos las tareas” y eso hará. Pero si lo que piensa es “pobrecito, no le han enseñado de pequeño, yo me encargaré de todo como buena esposa”, hará absolutamente todo el trabajo de casa, incluido el servicio de enfermería, personal-shopper y psicóloga. Asumirá esos papeles sin problemas – al menos en un primer momento- y además se sentirá orgullosa de serle “útil” a su pareja, tal y como le enseñaron. Aparentemente es perfecto: ambos hacen lo que desean, ella cuida y él se deja cuidar.
Pero no es una buena idea. Porque no somos sus madres, somos sus parejas, sus amantes. Es precisamente en el aspecto erótico-sexual donde empiezan las dificultades, ya que ellas terminan cansadas, agotadas de estar pendientes de todo- aunque les guste-, y ellos pierden el deseo, si lo pensamos bien vemos enseguida las fisuras en este tipo de relaciones debido a que la mujer deja de ser un estímulo erótico, alguien que a él le motive para llevar a cabo una relación sexual apasionada debido al sentimiento de inferioridad provocado por una situación en la que se le está diciendo todo el tiempo lo que tiene que hacer, o que todo lo hace mal. Es inevitable: la fuente de autoridad y de “castigo” deja de ser apetecible.
Ella por su parte, se enfada al considerar al otro un inútil que no sabe hacer nada o, lo que es lo peor, que lo sabe hacer pero no lo hace por comodidad y por vagancia, lo cual produce en ella un estado de rabia que se va acumulando con el consiguiente distanciamiento, discusiones y, cómo no, pérdida de deseo.
Y es que nosotras solemos desear a quien admiramos y, de alguna manera- la literatura romántica, cine, y un largo etcétera se encarga de ello-, buscamos un salvador, un príncipe que nos proteja y nos “haga felices”, lejos pues de lo que se espera de un hijo. Un hijo despierta ternura, compasión, cariño pero… ¿admiración y deseo? ¡Va a ser que no!.
Sandra Sánchez Villegas
Psicóloga y Sexóloga Clínica