Dedicado a las parejas de opositores…
10 octubre, 2016Citología líquida: Un mejor diagnóstico en cáncer de cuello de útero.
27 octubre, 2016El vaginismo consiste en la contracción involuntaria y dolorosa de la musculatura de las paredes vaginales en respuesta a su estimulación, algo que impide de forma parcial o total el coito, condicionando tremendamente las relaciones sexuales.
Una cuestión tan íntima, tan difícil ya no solo de contar sino incluso de reconocer, se convierte en un problema mayor cuando hasta los profesionales confunden el diagnóstico, tanto aplicando el término a cosas que no lo son como ofreciendo soluciones inadecuadas a los bien diagnosticados.
Existen muchos motivos que puede hacer del coito algo doloroso, la mayoría de ellos físicos y fáciles de diagnosticar con una sencilla historia clínica y una exploración ginecológica. Los que más fácilmente podrían ser confundidos con vaginismo son aquellos en los que existe algún defecto en la forma del himen, generalmente malformaciones congénitas no diagnosticadas hasta que llega el momento de las primeras relaciones sexuales.
Así son por ejemplo, el himen en tabla, situación en la que, como indica el nombre, el himen es de una consistencia muy dura; o un himen casi imperforado. En ambos casos la rotura del mismo en transcurso de un coito normal es prácticamente imposible y su intento muy doloroso. Por suerte, los casos más graves de himen totalmente imperforado se diagnostican antes, en la menarquia, la primera regla, pues al obstaculizar la salida de la sangre menstrual por su orificio natural, el dolor da la voz de alarma que hace que al final el diagnóstico por parte del ginecólogo sea sencillo y la solución inmediata.
En la misma línea están los tabiques himeneales y vaginales, de los que existen formas leves que nunca llegan a dar problemas y que por lo tanto no requieren tratamiento, pero que en algunos casos dan lugar a coitos dolorosos.
En todos estos casos el tratamiento es quirúrgico, sencillas cirugías, algunas que incluso apenas requieren anestesia local, que ponen fin al problema de forma inmediata.
El caso del vaginismo es mucho más complejo.
Si bien la contracción muscular con la que cursa es física y objetivable, su origen es eminentemente psicológico, por lo que el abordaje terapéutico debe ser siempre desde la psicoterapia.
Existen tratamientos que pueden ayudar introducidos en el momento en que el terapeuta considere conveniente, como el tratamiento con neuromoduladores en la musculatura vaginal o el entrenamiento con dilatadores vaginales, pero que, en ningún caso harán efecto sin una terapia psicológica de base.
Es función del ginecólogo descartar otros posibles diagnósticos de coito doloroso o imposibilidad para el mismo, y por tanto un paso obligado cuando se da una situación de este tipo. La confirmación de que lo que existe es un vaginismo y no otra patología de carácter psicológico corresponde a los profesionales de la psicología.
Dra. Montserrat Albarrán Gómez
Nº. Col. 30/28/49454
Médico Especialista en Ginecología y Obstetricia
Experto en Ginecología Estética Funcional y Regenerativa
Máster en Medicina Estética y Antienvejecimiento
Efectivamente, el primer paso es descartar que el dolor sea producido por una causa orgánica.
Una vez hecho esto, el siguiente paso es evaluar de forma minuciosa cada caso, ver desde cuando aparece el problema, qué provocó su origen y cuáles son los factores que pueden estar manteniendolo.
El vaginismo primario, es decir, el que aparece desde siempre, puede venir predispuesto por una educación religiosa muy estricta, falta de información, miedo al embarazo o incluso abusos sexuales. El miedo y el dolor juegan un papel muy importante, siendo el miedo el desencadenante del dolor. Es frecuente que la ansiedad desarrollada por el miedo sea acompañada de sentimientos de vergüenza o culpa, y de autoobservación de los propios genitales que llevan al bloqueo de la vagina.
A nivel cognitivo se dan una serie de pensamientos, casi automáticos en torno al «no podré», «no sirvo como mujer», «esto no es normal», «se va a cansar de mi», etc. que, muy lejos de provocar una sensación de bienestar, contribuyen a una distorsión de la realidad y a un incremento de la ansiedad.
Hay casos en los que éste problema aparece a pesar de que la mujer haya tenido una historia de penetraciones satisfactorias y sin dolor, es el caso del vaginismo secundario, que puede aparecer tras complicaciones en una lesión, una intensa crisis afectiva, situación de estrés, conflictos en la pareja o agresiones traumáticas, como por ejemplo, una violación.
Existen diferentes niveles de gravedad, desde las formas más leve, donde la mujer tiene una relaciones sexuales plenamente satisfactorias a excepción de su incapacidad para ser penetrada, hasta las formas más graves, donde experimentan una intensa sensación de miedo cuando prevé una posible relación sexual, y además se puede incluso asociar a otros problemas sexuales como pueden ser la aversión al sexo o la falta de deseo. Por lo general, tarde o temprano las mujeres acaban pidiendo ayuda, ya sea porque ellas mismas tienen un gran malestar, con la consecuente sensación de enfermedad, por incapacidad para poder quedar embarazadas o por presión de la pareja.
Se estima que de todas las mujeres que presentan algún tipo de disfunción sexual, en el 25% de los casos aparece el vaginismo, siendo un poco más elevado en mujeres que han estado en tratamiento por cáncer de mama, alcanzando hasta un 30%. En la población general es de las disfunciones más comunes, situándose en torno al 25,5%, aunque también depende mucho de la cultura, por ejemplo, en mujeres turcas se estima un porcentaje del 75,9%(Dogan,2009).
Existen varias formas de abordarlo, dependiendo de la singularidad de cada caso. Siempre se va a comenzar con una adecuada educación sexual, para que la persona pueda entender bien qué es lo que está pasando. El siguiente paso es desmontar toda una serie de creencias que erróneas que pueden estar desencadenando la respuesta fóbica y el último paso sería el acercamiento poco a poco a la penetración; en este último paso, podemos optar por ayuda de un fisioterapeuta especialista en suelo pélvico, utilización de dilatadores vaginales o en los últimos tiempos se viene empleando como coadyugante a la terapia las inyecciones vaginales de neuromoduladores como ya ha avanzado la Dra. Albarrán.
Es un problema tanto más fácil de solucionar cuanto antes se consulte, pues, cuanto más tiempo pase la mujer con esta disfunción mayor es la respuesta fóbica que se ha desarrollado, más probable que se hayan podido desencadenar otras disfunciones sexuales secundarias, y peor puede ser tanto la predisposición como la respuesta al tratamiento. Y, lo que es más importante, en muchos casos el problema viene ya agravado porque las relaciones de pareja, si es que han sido posibles, están minadas por unas relaciones sexuales traumáticas o inexistentes.
Como iniciamos el artículo, el vaginismo es un problema que, en las manos adecuadas, tiene solución.
Sandra Sánchez Villegas
Psicóloga y Sexóloga Clínica